03 agosto 2005

Elvis Crespo, La Carlota y la canción necesaria: la música en la V República

Recientemente pudimos asistir al "Megaconcierto por la paz y la solidaridad" programado como preámbulo del Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes realizado en La Carlota, el pasado 24 de Julio.
Preferiríamos no hablar del objetivo y sentido del evento pues por más que le demos vueltas y vueltas en las neuronas al asunto, buscándole la honesta intención, queda un saborcito a negocio, a despilfarro, a capricho financiero que por momentos nos hace avergonzar de habernos calado las nueve colas para votar a favor de la V República, una de ellas con una soberana constipación pulmonar y otra en el extranjero en la que los funcionarios consulares vestían franelas de un partido de oposición, razón por la cual armé una trapisonda de antología y terminé coñaceado en un calabozo atestado de junkies. O sea, quien suscribe estos párrafos no es un escuálido o un recién arrimado a los vientos del cambio. Me puedo definir con orgullo como un chavista resentido; el resentimiento no es un defecto como generalmente se cree sino una de las cualidades humanas mas encomiables. Re-sentir: sientes cuando eres víctima de una trastada ergo te arrechas; luego te acuerdas de la misma mierda y sientes de nuevo, ergo te vuelves a arrechar. Así nos pasa con ciertas cosas. Así, luego de días y días seguimos sintiendo en presente lo sucedido en el evento de La Carlota, pues.
Uno pudiera echar tierrita y olvidar el asunto de marras si tan sólo se tratara de dinero perdido, a fin de cuentas vivimos el año de mayor bonanza petrolera de nuestra historia y unos dólares menos suman poco en la cifra total, es decir no se notan, pasan desapercibidos para la mayoría de venezolanos y venezolanas que, total, ya tienen sus Mercales, Barrio Adentro y Vuelvan Caras, entre otros planes, beneficiados de la riqueza nacional para horror de las oligarquías.
Hasta allí bien y tal.
Sin embargo es imposible callar ante el irrespeto, ante el atropello, ante la discriminación grosera y descarada. Por un lado observamos en el mencionado evento una tarima colosal dispuesta para los artistas extranjeros y por otro, en segundo plano y con menor logística, otra para el talento venezolano. Dolorosas la caras de indignación de comprometidos artistas nacionales, veteranos de mil trincheras, en semejante trance. Vergonzoso, según me dijeron después quienes veían el acto por VTV, el corte en vivo que le dieron a Evio Di Marzo cuando criticaba, para desquite de nuestra indignación, el atropello que se cometía.Fue notable en la promoción del evento la discriminación en los créditos hacia los artistas nacionales, algunos de los cuáles ni siquiera fueron incluidos en los avisos de convocatoria. Es más, da la impresión de que los pocos que fueron incluidos lo fueron para cumplir la formalidad, que lo importante era la convocatoria masiva, justificar la inversión y por si acaso cumplir con la venia obligada al talento nacional "pa' que no digan".
Nos preguntamos, por ejemplo, ¿Qué contribución al panorama musical latinoamericano ha hecho Elvis Crespo o Ms. Brian?. ¿Cuál es su mensaje pacifista o antiimperialista?. Sin desestimar sus posibles cualidades y el favoritismo del público pensamos que, en el mismo orden del XVI Festival de la Juventud y los Estudiantes, debieron idear un espectáculo de mayor contenido político o por lo menos con un mensaje que, en vez de reforzar los valores del arte comercial, fuese reflejo de la tremenda lucha cultural y estética que libran los pueblos del mundo contra las pretensiones ideológicas imperiales. ¿O es que no hay en el panorama internacional grupos que, aún siendo comerciales, reflejen la identidad de los pueblos y denuncien la perrería capitalista.
Lo grave es que esto no fue un episodio aislado, un desatino pasajero, una decisión producto de una curda que se lamenta al día siguiente mientras pasa el ratón. Los desafueros culturales de los que toman las decisiones en la materia a nivel del alto gobierno no paran sino que empeoran acto tras acto, encuentro tras encuentro, asignación tras asignación, festival tras festival. Ya anuncian con bombos y platillos al mismo Elvis para el cierre del Festival. ¡Inaudito!.
Este gobierno asigna, a través del Ministerio de Salud y Desarrollo Social no menos de 48 mil millones de bolívares al llamado Sistema de Orquestas Sinfónicas Juveniles e Infantiles de Venezuela, sin contar con las asignaciones que por vía del CONAC, gobernaciones y alcaldías, así como otras inversiones de la empresa privada o instituciones del gobierno, se hacen a otras orquestas de corte sinfónico fuera del sistema. De tal inversión la mayor audacia estética son los circos musicales vernáculos que se montan en el Teresa Carreño y si queremos encontrar el logro social debemos conformarnos con afirmaciones de José Antonio Abreu tales como "240 mil niños y jóvenes están siendo atendidos socialmente a través de un arte, este es un caso único en el mundo. De tal manera que el arte demuestra en Venezuela su capacidad para producir realmente una profunda transformación en la estructura social, atendiendo integralmente a la infancia y la juventud". No agregarémos nada a esto pues se nos acatarran las amígdalas y en un rato debemos salir a matar el tigre que nos da el sustento en la tasca.
Nos gustaría conocer la opinión del Ministro Sesto. ¿Cómo justificar que a la par de tanta inversión que hace el estado en la música, se produzca un acto como el de La Carlota? ¿Qué instituciones culturales participaron en la organización del evento (si las hubo)?. Si ninguna institución tuvo que ver con ello pues peor aún ya que una producción musical de tal magnitud y cobertura mediática no puede estar librada al albedrío de cualquier equipo de producción caprichoso y sin ideas claras o ¿es que además de salir a barrer las calles el Comandante Chávez tendrá que ocuparse también de montar las tarimas?.
Cabría preguntarse además sí lo que se invierte en este tipo de eventos (sea en el Teresa Carreño, El Poliedro o La Carlota) se equipara a lo que se invierte en atención y seguridad social a nuestros artistas. También podríamos preguntarnos cuanto ha invertido el Estado, a través de sus entes culturales en el proyecto de estudio de producción y grabación para aquellos a quienes las disqueras comerciales nos resultan inaccesibles; un proyecto del que se viene hablando desde los tiempos cuando el finado Armas era Presidente del CONAC, idea que fue la ilusión para que abandonara mi trashumar de ex-becario del Plan Ayacucho y músico mendicante en la vieja Europa y regresara a mi pequeña Venecia, a vivir en carne propia esta loca revolución, para alegría de mi esposa Angelines, catira hermosa y aún con remordimientos de la sangre por la conquista española, nieta e hija de comunistas republicanos que no se pela un "Alo Presidente" y me pide cordura ("Joder... deja el arrebato y acuérdate que la impaciencia perdió a la Segunda República). Del bendito estudio de grabación mentado por cuanto Presidente y funcionario ha pasado por el CONAC ¡nada! o ¿será que existe pero clandestino y para algunos aprovechados?. Si me equivoco que alguien me lo diga por favor. De las oportunidades para los artistas excluidos: un poco; hay que reconocer los intentos y los logros, contados pero esperanzadores a pesar de Abreu y de las nuevas roscas orquestales. Ni modo, sería mezquino desconocer los avances de la revolución en el terreno cultural solo porque no ha llegado el agua a nuestro molino. Creo que el acto de mayor significación cultural de cualquier revolución en el mundo ha sido repartir 1 millón de ejemplares de El Quijote, "el hombre como debiera ser", un libro que siempre nos ha parecido de lo más subversivo si nos lo tomamos a pecho y nos dejamos conmover por su lectura. Y ese, a nuestro entender un poco galleguizado por Angelines, es un gesto al que incuestionablemente le roncan los motores cuando se trata de desenmarañar las intenciones del funcionariato en el plano culturoso.
Como decíamos antes, el fiasco de La Carlota no es un hecho aislado. Pareciera no haber coherencia en las políticas culturales en lo que respecta a las Artes Auditivas, a no ser para el dispendio en la producción de "mega actos", sean refritos de Alí Primera o pachangas con Eddy Herrera y Elvis Crespo más nuestros artistas nacionales para guardar las apariencias. Mientras, en el CONAC, un director renuncia silenciosamente y otro es aventado al cargo por los malos aires de la Convergencia yaracuyana. Por cierto nos dicen, aunque no nos consta, que este yaracuyano hizo una reciente pasantía burocrática en la Sinfónica Municipal, de haber sucedido no estaría de más averiguar porque salió de allí. Mientras y para completar, una oportunidad deliciosa para debatir el tema cultural como es la Ley Orgánica de la Cultura pasa por debajo de la mesa y, tirando con mampuesto, se busca aprobar en la Asamblea Nacional. Sigue empeorando el enfermo.
Por último, ¿tendrá sentido publicar lo anteriormente escrito?. Creemos que si. Creemos que hay capacidad, talento y compromiso para desfacer los entuertos. Creemos que de manera concertada, enfrentando los viejos esquemas, reforzando las nuevas prácticas y actores y con el concurso de todos -a pesar del oportunismo que nunca falta- podemos fortalecer lo que ya hay y construir las bases culturales que necesita la nueva Venezuela.
Es necesario, eso sí, más diálogo y más oídos atentos de la actual gerencia cultural. Un poco más de cuero duro para los tirapiedras, para los desesperados, para los vociferantes -entre los cuales me cuento- que al fin al cabo perseguimos los mismos objetivos aunque con menos paciencia. Haría falta más ojo avizor para los camaleones y escaladores de todo cuño que se siguen colando en la administración cultural y los que vienen de antes. Cuando digo de todo cuño es exactamente eso: de todo cuño, quiero decir, los que loan a Abreu y los que se dicen sus víctimas, los de boina roja y los "ni-ni", los que lisonjean al Ministro y los que le lanzan denuestos.
Haría falta, en fin, más revolución.